sábado, 27 de enero de 2018

Lecturas del IV Domingo del Tiempo Ordinario 28 de enero 2018

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Llamados a la intimidad con el Señor.: Lecturas del IV Domingo del Tiempo Ordinario 28 de...:


En la primera lectura, que procede del capítulo 18 del Libro del Deuteronomio, Moisés anuncia la futura llegada, por decisión de Dios, de un gran profeta que, influido muy directamente, por el Padre hablará con sus palabras. Pero Moisés anuncia también que ese profeta tendrá el destino de otros hombres de Dios: la incomprensión y hasta la muerte.
 El Salmo 94 es uno de los muchos que reconocen en Dios el creador de todo. El salmista se asombra ante la magnificencia de la creación e irrumpe con un canto vibrante y lleno de esperanza. Pero también el autor del salmo 94 recuerda la obstinación del género humano ante la misericordia permanente del Señor. Y así evoca los episodios de Meribá y Masá cuando el pueblo se rebeló contra el camino marcado por Dios. Los salmos tienen siempre su traducción a nuestros tiempos y tampoco nosotros hemos de ser desagradecidos con un Padre que siempre es amoroso y tierno con sus criaturas.
 La Primera Carta de San Pablo a los fieles de Corinto –que es nuestra segunda lectura de hoy— sólo se puede entender desde el contexto que escribía el Apóstol. Se esperaba la segunda venida del Señor y no parecía muy oportuno cambiar en esos tiempos de provisionalidad. De todos modos, no dejan de ser las palabras de Pablo un buen argumento para la doctrina del celibato eclesial. Eso no significa –de manera alguna— que el Apóstol de los gentiles sea contrario al matrimonio.
 En el Evangelio de Marcos que se proclama hoy se advierte la especial percepción de la gente sencilla que ve en Jesús de Nazaret una capacidad de enseñanza directa, fuerte y asequible. Por otro lado, el ejemplo puesto por el reconocimiento de esa misma autoridad por parte de los demonios pone en primer plano la existencia del demonio frente a la hay muy polémica tendencia que la niega. El Evangelio nos enseña a creer en la suprema autoridad de Jesús, nuestro maestro.

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